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jueves, 29 de marzo de 2012

Las pocas venturas y muchas desventuras del hombre mas elegante de las Torres del Paine vagando hacia el campo base del Everest [o Everest base camp]. Cuarta y ultima entrega.

     Aunque habian quedado con el cocinero en partir desayunados a las cinco, perdonaron el justificado retraso e iniciaron a las seis y media la aproximacion por el valle del Renjo Khola. Ascendieron por el sendero direccion norte y tras algunas curvas que les dirigeron al noreste perdieron la aldea. En la mente del hombre mas elegante de las Torres del Paine queda la curiosa configuracion de los nucleos poblados de la zona, una docena de viviendas y toda la superficie fragmentada por muros de piedra rodada basta [evitando que los yaks penetren en los prados particulares]. Con un solo material de construccion el resultado es mas que arquitectonico, escultorico.

     Para cruzar por el Renjo La [Paso Renjo 5360 m.] primero atravesaran un, aunque desolador por la falta de vegetacion, bello paisaje, de amarillos y rojos liquenes [o lo que el hidalgo piensa que son liquenes] sobre piedras claras y oscuras [nada de colores intermedios] en un ondulante firme terroso, coronado por increibles cordilleras negras y un azul como filtrado por polarizador. Caminaran ligeros buscando los rayos del sol que se empezaran a colar por entre los picos. Silencio absoluto a cinco mil metros. Las historias que han oido sobre la altitud les mantendran entretenidos analizando una y otra vez las sensaciones corporales aunque el resumen del dialogo es una hoja en blanco. Sugestion.

     El ultimo tramo desde la helada laguna Relama, tronando por el cambio de temperatura, hasta el paso es escalonado. Alguien ha erigido, como para un monarca, una sinuosa escalera con los restos petreos de los derrubios de la ladera oeste del humilde macizo que forman los picos Henjola y el Kyajo. El hombre mas elegante de las Torres del Paine con clasica camiseta gris de propaganda llega hasta la cota mas alta prevista; la vision de trescientos sesenta grados le deja estupefacto, nunca en su vida ha sido testigo de semejante majestuosidad y belleza. Nunca. Dificilmente lo volvera a ser.

     En la quietud del momento y de soslayo percibe a velocidad poco comun y escalando, a otro interesado paseante. En el tiempo que se necesita para comer un Toblerone, se encuentran. Y como hacia ya dos dias que un nombre estaba en el aire, el hombre mas elegante de las Torres del Paine ofrece su mano al desconocido y apuesta por el mitico "Mr. Kellogg, I presume" [citando a Henry Stanley sin necesitar traduccion]. Y efectivamente era el mismisimo Mr. Chad Kellogg carpintero, from Seattle, entrenando con la intencion de batir el record de velocidad en la ascension al Everest desde el campo base hasta la cumbre sin oxigeno. Tras un rato intercambiando informacion, el hombre mas elegante de las Torres del Paine [emocionado como un niño con piruleta delante de un astronauta] observo que sin duda era un ebanista y no carpintero, si podia pagarse el costoso permiso para escalar el Everest. Y se animo, incluso a preguntar por su desayuno favorito. Mr. Kellogg sonriente, contesto que era alergico a los cereales y le explico que si que era bueno, bastante bueno con la madera, ya que este seria su segundo intento en el Everest. Que elegancia.

     Chad se despidio continuando su preparacion, al hombre mas elegante de las Torres del Paine se le ocurrian mas y mas interesantes cuestiones al respecto, pero ya era demasiado tarde. Recordo la intranquilidad principal de su jubilada amistad sudafricana, y no encontro una opinion personal al respecto, aunque seguia muy emocionado por haber sido parte de algo por unos minutos. En el futuro recordara esa sensacion con algo de incredulidad, ¿parte de que? se cuestionara. Se sentira como cuando Paul Auster, esperando en la cola de la oficina de correos, reconocio a siete colegas en el cartel de las diez personas mas buscadas por el FBI. Se es parte de un ambiente pero tu foto no aparece en ningun cartel. Aun asi Paul menciona la circunstancia. En ese mismo futuro el quehacer humano de Hesse tambien le provocara dolor de cabeza.

     Desde donde el hombre mas elegante de las Torres del Paine espera sentado a la mujer mas glamurosa del imperio romano, que sin duda, estara pensando en algun plato siciliano, se ven algunos de los picos mas alto del planeta, aunque en ese momento solo reconoce uno [indicado anteriormente por el norteamericano], el trazo del conjunto no necesita ningun nombre para ser espectacular. Tampoco ninguna cifra. El descenso atravesando el glaciar Machhermo hasta el lago Dudh, tambien helado, aunque con dos patos, una vez comidos algunos anacardos, se les hace bastante duro, debido principalmente a la mezcla de piedras, polvo, tierra, hielo, nieve en que se convierte la senda. El objetivo en la lejania, Gokyo, era obvio, no lo pierden ni un instante, pero no es una travesia evidente.

     Llegados, estirados y semirepuestos, mientras una compacta niebla les priva de las vistas, piden una ducha caliente. La naturaleza, sabia a esa altitud [4790 m.], descarga una montaraz nevada [que por otra parte engalanara el pico Gokyo para su ascension], mientras el desnudo mas elegante de las Torres del Paine, dentro de una barraca de chapa metalica [con todos sus puentes termicos activados], lucha contra los elementos con un triste cubo de plastico medio lleno [o medio vacio segun se quiera leer]. No asimila. El Dal Bhat le hara entrar en calor.

     Al dia siguiente, sin desayunar el Hombre mas elegante de las Torres del Paine horadara la perfecta nivea superficie diagonal alcanzando las prometidas vistas desde el pico Gokyo. Mirando al suelo, caminara, caminara y caminara sin detenerse, siempre creyendo que tener la posibilidad de llegar hasta arriba conlleva, al menos, realizar el maximo esfuerzo posible [no entendera porque, desafio, retribucion, premio, la severidad de la perfeccion]. Arriba, con el ego corrugado por su pequeño record personal, sin aliento, observara aturdido [ante el porte] lo que el cree que es el Everest. Un turista, no tan aturdido, le volteara ciento ochenta grados y le prometera silencio. Arriba, con el ego liso por su pequeña confusion, observara impasible el Everest. La siciliana, tranquila, al rato, observara el mismo pico segun la precisa orientacion que obtendra con su brujula y su mapa, pondra nombre a todas y cada de las puntas en la linea quebrada del horizonte. No quedara impresionada por la escasa informacion ofrecida por el hombre mas elegante de las Torres del Paine.

     Y como fue escrito, sucedio. Despues de bajar muy lentamente del Pico Gokyo y de hacer la aproximacion al Cho La [Paso Cho 5420 m.], sobre la morrena del glaciar Ngozumba por una ruta alternativa, hasta los tres refugios al pie del valle [que forman la inexistente poblacion de Thangnan] decidio darse una ducha caliente. Pregunto por el precio y ante la considerable suma [equivalente a una cena] se arriesgo a darse un remojon en el torrente trasero directo de la montaña. Helado torrente. Pero esta vez tenia un plan. Un plan perfe[c]to. Calculo el tiempo de sol suficiente entre las nubes que pueblan el cielo y que le libraria del invernal frio reinante. En el momento adecuado se empezo a lavar las piernas, posteriormente se quito las camisetas y la sudadera [que hacia gala de su nombre] y se dio algo de agua con una botella de plastico, no mucha, para evitar dolores. Y asi fue, Fatum romano o Ananke griego, no escapo a su destino. Antes de las dos o tres recargas de botella que le hubiesen dejado limpio haciendo honor a su sobrenombre, la tragedia que le persigue se personifico cual Dios alado de cualquier mitologia. Cuando el sol todavia calentaba sus huesos un helicoptero de rescate [ante el aviso de un grupo de checos] hizo presencia y todo los calculos, incluidos los referentes al mejor lugar ocupado por la ropa doblada para su mas preciso uso quedaron desbaratados en el esencial instante, el instante en que estaba totalmente enjabonado. A menos de veinte metros de la "hache" de helipuerto blanqueada en el suelo, con los pies dentro del regato y la ropa volando libre, juro no volver a pasar hambre. Y en lo sucesivo, no volver a limpiarse. Todo tiene un limite y una cosa es ir contra natura y otra repetidamente contra los elementos.

     La siguiente jornada, comienza cuando el elegante confunde a la glamurosa con un ruso de dos metros, largo pelo rizado y chaqueta violeta [mismo color que el vestido por la dama]. Los diecisiete rusos restantes mostrando felicidad inesperada, a punto estan de sacar su vodka. Otra confusion la puede tener cualquiera, piensa el elegante hombre del Paine. Y aunque debiera ser otra increible etapa, cruzando otra cordillera, danzando sobre glaciares, los Lobuches impiden una panoramica comparable a la del dia anterior. Las expectativas como siempre empañan la presente realidad. A ultima hora de la tarde llegan a Lobuche. Y todo cambia cuando la urgente necesidad desaparece, no habra mas duchas en la siguiente semana. Sin embargo, la sensacion de suciedad que hasta ese momento les embargaba es sustituidad por un sometimiento de indole infraestructural, se sucede una liberacion no deseada pero necesaria segun el medio que habitan. Y el Dal Bhat esta vez satisface el paladar y no por casualidad.

     La mañana es muy fria, gelida, al ir al tolet, como reza el escrito en la desvencijada puerta de metal, el agua del cubo esta helada. Nadie tirara de la cadena ausente. Sin remilgos desayunan y caminando por el margen occidental del glaciar Khumbu que baja directo por la cara sur de la subcordillera que limita con China, se cruzan y acompañan cientos de porteadores y recuas de yaks de expediciones sin adjetivo. La soledad deleitada pero perdida comienza a minar el espiritu. Todos quieren ver el Himal Mahalangur y muchos mear a ocho mil ochocientos metros de altura. Un porteador carga catorce sillas rojas y azules de plastico. Emprendio la pesada marcha en Lukla hace una semana. Lo pierden de vista. Alcanzan Gorak Shep. Toman un minima colacion mientras dejan su carga en el refugio y con la misma orientacion noreste se dirigen al campo base del Everest, el final del camino. El porteador cargando con sus catorce sillas rojas y azules, les sobrepaso en el descanso y ahora, ellos, le sobrepasan liberados. Durante las siguientes tres horas el trafico de mercancias les muestra algunas extravagancias [tambien extra vagancias] lastradas hasta los cinco mil trescientos setenta metros [horno de cocina de prestigiosa marca entre ellas]. El joven ve morir lentamente el imaginario ideal con el que leia a Bonatti, Simpson, Messner e incluso a Tilmann Hepp escribiendo sobre Wolfgang Güllich y sus obligatorios cafes matutinos.

     Los felizmente sucios, por no saciada curiosidad, continuan caminando dentro del area del campo base, unos trescientos metros mas al norte de la piedra marcada como fin del trekking del campo base del Everest. Tiendas de campaña amarillas y azules, y una blanca cupula geodesica Buckminster Fuller.

     Dos jovenes europeos, cual bloques erraticos, observan el panorama sobre la morrena del glaciar Khumbu. Un imberbe indio se acerca y comienza una conversacion en ingles. Un porteador camina cargado con catorce sillas de plastico azules y blancas. Una banda de tela roida y de color crema que le atraviesa la frente se convierte en cuerda que, entre las patas de las sillas, permite la sujeccion para el transporte de la plastica carga, a ojos del inexperto occidental, excentrica. Sin que nadie pregunte, el indio, perfectamente ataviado con ropa tecnica de brillantes colores, comenta que ha subido tres veces el monte Everest. El hombre mas elegante mentalmente de las Torres del Paine no escuchara las siguientes palabras del zagal concentrado en los movimientos de un porteador con catorce sillas de plastico blancas y azules en la espalda. A veinte metros, el porteador se detiene. Abandona la carga tras alcanzar el punto donde se situaran las tiendas de la expedicion que le paga, todavia sin levantar. Y tras siete dias portando catorce tronos, un desnivel acumulado de cuatro mil metros, comiendo arroz con sopa de lentejas, se sienta encima del frio hielo, en el unico punto de la morrena del glaciar que no tenia capa sedimentada seca.

     Inaudito, el indio continua hablando. Nadie ha preguntado.





  


3 comentarios:

  1. Impresionante Jose Eliseu. Tengo ganas de volver a verte

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  2. Bella imagen y ... qué buen aspecto tienes¡¡ te sienta bien viajar ; )
    Un abrazo muy fuerte¡¡¡

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  3. Compañero de bambú, da gusto verte tan lejos y tan bien. Es cierto que tienes buena pinta.

    Un abrazo

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