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domingo, 25 de marzo de 2012

Las pocas venturas y muchas desventuras del hombre mas elegante de las Torres del Paine vagando hacia el campo base del Everest [o Everest base camp]. Episodio tercero.


Durante la jornada de reflexion en Namche Baazar el hombre mas elegante de las Torres del Paine devorara impaciente "Narciso y Goldmundo" de Hermann Hesse tras leer un parrafo admirable no esperado. No comera siquiera por concluir la obra. "Deciase tal vez que la raiz de todo arte y quizas tambien de todo espiritu, fuera el temor de la muerte. La tememos, nos horroriza la transitoriedad, vemos con tristeza como las flores se mustian y las hojas caen una y otra ovez, y en el propio corazon sentimos la certidumbre de que tambien nosotros somos transitorios y de que no tardaremos en marchitarnos. Y si como artistas creamos imagenes o como pensadores buscamos leyes y formulamos pensamientos, unicamente lo hacemos para salvar algo de la gran danza de la muerte, para asentar algo que dure mas que nosotros." [1]

     Sin terminar el capitulo encuentra otra joya, indudablemente le perseguira durante varias semanas. "Tal era, al menos, lo que el contemplador descubría en la cabeza del maestro; aparecía en ella reflejada mucha paciencia, mucho estudio y meditación, mucha humildad y conocimiento del dudoso valor de todo quehacer humano, pero también una fe en su propósito." [1]. Con el conocimiento del dudoso valor de todo quehacer humano pidio su Dal Bhat y aunque la redundancia no contemplo vegetales ni patatas, quedo saciado y listo para otro placido sueño de recomendables diez horas.

     Asi, al siguiente amanecer, algo fatigados del esperado trato no recibido decidieron tomar el pan tibetano lejos de los dominios del sobreestimado Namche Bazaar. Pasadas las seis y media salieron al camino, en Thamo, cumplieron el requisito con una gran olla de te. Siguieron el "Great Himalaya trail", sin duda una buena decision, el occidental entorno circundante en el valle que formado por el rio Bhote Koshi, divisando la cordillera nevada de mas de siesmil metros de altura que forma el confin del parque nacional del glaciar Khumbu, es indescriptible. Aun sin reconocer ningun pico, el nuevo panorama tras la florida primera semana es magnificamente inesperado. A partir de los tres mil ochocientos metros desaparecen los arboles y la respuesta a una futura pregunta, aun no formulada, aparece por si sola, una enteca mujer con diez mil arrugas y calzado, no perteneciente a su tiempo en el imaginario colectivo cuando uno mira su ropa, recoge los excrementos de yak o dzo que encuentra en la vereda. Los elegantes paseantes no dan credito ante la velocidad de la enjuta persona.

     Por la tarde y sin aviso previo empieza a desaparecer el entorno. Es verdad que una vez superados los cuatro mil metros, solo se han cruzado con pequeños y retorcidos arbustos de hojas afiladas rojas y observado algunas aldeas semihabitadas, el resto de la perspectiva era ocupado por tierra y azul celeste. Ahora sin embargo, dificilmente ven a dos metros de distancia. Tras nueve horas andando, la liviana sensacion de cansancio [sabiendo que estan proximos al refugio de Lumde] se convierte en pesada sensacion de incertidumbre [desconociendo la posicion exacta, ya que tendrian que haber encontrado un sendero hace algunos minutos para ascender paralelamente al rio en los ultimos metros hasta el poblado]. Un poco desorientados suben campo a traves y en medio de la blancura oyen algunos cencerros y cascabeles que suponen al cuello de yaks domesticos. Como es su unica referencia, siguen el sonido y entre la espesa y alba niebla distinguen una silueta azul no definida. Con la misma sonrisa de las esculturas de Juan Muñoz, el casero [y tambien cocinero] del refugio les ofrece alojamiento. Pensaron que era un gesto pasajero, pero no, el propietario no dejo de sonreir de similar forma cada vez que tenian la oportunidad de cruzarselo.

     Relajados y sentados en torno a la estufa conocieron a un piloto sudafricano de aviones retirado con el que rapidamente el hombre mas elegante de las Torres del Paine trabo amistad. Pelo blanco, ojos claros, alto, de movimientos seguros. En un lucido momento de la interminable y amena conversacion, el piloto conto como en el ultimo vuelo antes de su jubilacion hubo un serio problema con los sistemas de navegacion y tuvo que tomar algunas decisiones que no se leian en el manual. Hubo bastante angustia en la cabina pero gracias a su pericia todo quedo en un susto. Al aterrizar toda su tripulacion [que el habia elegido puesto que era su ultimo vuelo tras cuarenta y un años] le dio las gracias por su arrojo ante el colosal problema, una suerte haber contado con el. Al dia siguiente, no tubo mas muestras. "¿Y ahora?", pregunto rompiendo el hilo argumental el hombre mas elegante de las Torres del Paine [que por cierto habia decidio posponer su ducha para el posterior dia de aclimatacion en vista del entretenido dialogo]. "Busco el proposito de la vida." Respondio el piloto.

     La sonriente cena fue sobresaliente, sonriente Dal Bhat y sonriente olla de te. A una hora prudente los todavia elegantes se retiraron a la alcoba, de forma inmediata percibieron que nuevamente se repetia la configuracion en la pieza, un cuadrado de dos por dos con una puerta en medio de la pared y una ventana enfrentada, camas con edredon a ambos lados de la cancela. Como dormir siempre en el mismo lugar.

     Por supuesto, el habito se impuso al sueño y a las seis no pudieron ver [aunque lo intentaron] el perfecto panorama exterior al estar el vidrio de la ventana helado por dentro. Levantarse era otra cosa. Aun asi algunos minutos despues y habiendo escuchado al vecino insubordinarse al cansancio acumulado, decidieron desayunar juntos.

     Lo recomendable en los dias de aclimatacion y reflexion segun les comunico el propietario del hostel de Namche era hacer alguna pateadita sencilla por encima de la altitud del refugio y descansar. Y como el hombre mas elegante de las Torres del Paine se habia planteado tomar la ducha en la manguera conectada a un hontanar proximo [el rio quedaba, sin niebla, bastante bajo] y en ese momento estaba congelada [ademas Lorenzo no calentaba lo suficiente], se dedico a recoger combustible organico para la estufa [la llamada de lo salvaje, supuso]. La tarea no es dificultosa, buscar amigos cuadrupedos y encontrar cercano el precioso fuel. Al cabo de tres horas y habiendose aprendido el nombre de todos los animales, aparecio con el rancio saco rebosante, el albergue de cubierta azul brillante y la sonriente escultura de Muñoz lo recibieron con un te de limon caliente en la cocina. Es verdad que siempre manifestaba felicidad, pero en esta ocasion el hombre mas elegante de las Torres del Paine percibio en la comisura derecha de sus labios, mientras le ofrecia la bebida, un atisbo de carcajada, quizas fuese, penso despues descargando el contenido para el secado, porque el saco usado para el transporte tenia un misterioso agujero en el fondo y resulto divertido ver como a la vez que recogia iba dejando su propio rastro cual rumiante bipedo.

     La poco recomendable [aunque fundamental tras la actividad matutina] ducha tubera con botella de agua mineral en ese minimo y gelido torrente, con vientos [que en ese momento sentia como] huracanados y con un sol capaz de quemar una nariz pero no de entibiar un cuerpo desnudo a cuatro mil cuatrocientos metros fue otro desatino. Al minuto dejo de sentir los dedos de las manos y le resulto imposible quitarse el fastidioso jabon con los muñones, mas dificil todavia agarrar la botella y una utopia ponerse un calcetin. Por lo visto a los porteadores [que tal vez deberian haber seguido el ejemplo] de su nueva amistad les resulto mas que comica la situacion y se iban llamando entre ellos divirtiendose ante las contorsiones occidentales. Hasta la hora del Dal Bhat no recupero el color en los dedos.

     Los porteadores y guias sherpas, que de la nada habian aparecido durante la jornada, empezaron una singular verbena nepali en la cocina hasta que la cerveza de arroz caliente les ablando lo suficiente como para continuarla en el comedor. Al Cordon blue la boca le llegaba hasta las orejas y amenazaba con arrancarselas.  Todos, propios y extraños, acabaron bebiendo Charg y bailando interminables y desconocidas canciones entonadas por los oriundos. Nada recomendable beber alcohol a esas altitudes, recalco en secreto ,el hombre mas elegante de las Torres del paine al irse a acostar, a la mujer Ray Vam.

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