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domingo, 9 de octubre de 2011

El cazador moderno

Como hominidae sapiens digitalis neonlitico masculino me veo obligado en muchas ocasiones a salir de caza. Normalmente la situacion queda solventada en el super. Hasta el momento ha habido de todo; lujosos supermarkets, [memorables los de Hangzhou, Bangkok o Georgetown], Sabecos a la española [por ejemplo en Siem Reap o Ko Pha Ngan] y tiendas calamitosas [inolvidable Battambang].

Sin embargo en Langkawi me force a conseguir alimento de verdad en vista de las exhuberantes y repletas palmeras. Asi que encamine mis pasos hacia el resort que mejores ejemplares tenia. Otee el horizonte y divise un jardinero encaramado a una escalera recolectando cocos. Otro, con cuidado, los apilaba a un lado del camino.

....

Una furgoneta.  Abajo el periscopio. Comienzan a cargar. Levanto la mirada. Finalizan. Suben al vehiculo. Se alejan. Por lo menos la mitad del tesoro. permanece esparcido entre tumbonas y sombrillas. Detras de una hamaca con ruso [la rusa despanpanante esta dandose un agua en el mar], espero el momento perfecto. La camioneta se pierde entre las cabañas del resort y ante la mirada perpleja del sovietico me acerco a mi presa, que no percibe mi presencia.

Me agacho, apoyo las manos en la arena y haciendo exactamente el mismo gesto que el primate al inicio de "2001, una odisea en el espacio" [en mis oidos, simbolicamente, "Asi hablo Zarathustra"] comienzo a golpear el coco con una piedra gruñendo .

Y alli, feliz, volviendo a mis origenes, esperando que un ser superior me ofrezca el raciocinio, algo llama mi atencion.

De un chalete [que no cabaña] del resort salen dos hominidos. Un muchacho de unos treinta con bañador, camiseta de rayas marrones y blancas y chancletas y una chiquilla de otros treinta, aunque no lo tengo muy claro porque avanza totalmente desdibujada de negro. Por supuesto me olvido de mi presa y comienzo a perseguirlos con profundo sigilo.

Curiosidad.

Caminan por la arena. El delante, como a dos metros,. Ella detras. Pasamos frente a varios restaurantes de playa, algunos baretillos con el inevitable Bob Marley tocando "No woman no cry" y los insufribles guiris [no tengo muy clara su nacionalidad] empezando a mamarse. Sigo a cuatro patas intentando no ser descubierto. He dejado de gruñir.

Ella le alcanza y comienzan a hablar. Se dan la mano. Por debajo de la vaporosa tela negra viste pantalones oscuros y unas zapatillas, con la suela muy gruesa, tambien negras.

...

Tras cerca de veinticinco minutos paseando, empiezo a sospechar cual es su destino. A lo lejos, distingo unas barcas a motor a las que van unidos unos paracaidas multicolor mediante una maroma. Una delicia. Como mi indiscreccion sapiens va en aumento, a su altura, y sin ningun decoro, miro lo que supongo es el bulto que ocupa su cabeza. No hay apertura para los ojos, que seguro tambien son negros. La tela sera mas fina en esta parte, cavilo.

...

Me detengo simulando interes por la actividad, para ver, como el habla con un malayo, que parece controlar el tema del divertimento. Llega a un trato. Parece que la curiosidad cavernicola va a quedar colmada. Pero no.

A camara lenta y con las ultimas percusiones de la Overtura de Strauss atronandome los oidos, la veo calzandose el arnes que va unido directamente a la campana de nylon. Otro malayo, detras, sin ningun tipo de proteccion, se agarra a los hilos y evita que el invento vuele. Le cuchichea algo. Ella, que desde mi punto de vista, ni siente ni padece, le responde. Hace un gesto y el fuera borda comienza la marcha. El moreno contrapeso malayo da un saltito y se sienta sobre una banda de tela deformada y descolorida de tal forma, que ambos quedan suspedidos durante un segundo a escasos metros de la orilla.

Recuperada la posicion de homo erectus los veo elevarse y distingo un ligero y oscuro chillido femenino en la aire.

La naturaleza sabia me recuerda que tengo que alimentar a la manada.

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