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domingo, 29 de enero de 2012

Caucasian mira por la ventana del tren antes de llegar a Jaipur

     Vemos a Caucasian absorto en el asiento numero cuarenta y nueve del tren 12916, Ashram Express, ruta Delhi Ahmedabad. El interior del vagon esta pintado de azulclarogris y el banco [corrido] que ocupa [para tres pasajeros, aunque respiran cinco] es azuloscurosucio. En el compartimento sin cortinas que deberian disfrutar ocho personas se aglomeran catorce, once sentados y tres tumbados [en las literas superiores]. A su izquierda una ventana envarillada horizontalmente le permite admirar el paisaje. En la mesita compartida con una bolsa de platanos maduros y algunas cascaras de cacahuetes, tiene abierto "Guerra y paz" por la pagina setecientos cuarente y nueve. Hay un parrafo subrayado con lapiz [1]. La luz del ocaso provoca algunos reflejos en el eter del denso ambiente ferroviario sin que Caucasian advierta la belleza que originan. Dificil descubrir su pensamiento, parece estar en ese estado de vigilia, en el que ideas inconexas se van concatenando sin orden aparente, aunque en el fondo de la enajenacion, se podria intuir un caos estructurado.

     ....

     En el exterior, dominado por el amarillo polvo, se dibuja la linea perfecta horizontal de horizonte. Muretes bajos de piedra roja dividen las pocas areas habitadas proximas a la via. En la quietud de la alfombra de arena solo movimiento animal. Algunos arbustos y arboles de ridiculo porte rompen la composicion minimalista.

     Y en ese momento de perfeccion mental sin sobresaltos que se observa en la mirada de Caucasian, se divisa por la ventana, tres minutos despues de sobrepasar la estacion de Alwar Juncion, un volumen cilindrico perfecto de dos metros de altura y metro cuarenta de diametro coronado por un cono de igual dimension, manufacturado a partir de tortas [tambien cilindricas] de excremento animal.

     Y en ese momento de tranquilidad emocional que se observa en la mirada de Caucasian, en la misma ruta del Ashram Express, se divisa por la misma ventana, un paralelepipedo de base rectangular de metro ochenta por dos cincuenta y un dos metros diez de altura rematado por un triangulo extrusionado, del mismo ingrediente organico descrito anteriormente. Para evitar que la lluvia empape el seco combustible dos piezas rectangulares de chapa ondulada metalica protegen la masa.

     Una [mierda de] casa [de mierda] a dos aguas [escusese la expresion].

     ...

     Caucasian sonrie imperceptiblemente durante un instante de gozo. Satisfaccion. Unicamente el pasajero descalzo sentado en el asiento cincuenta y dos advierte el gesto.

     ...

     En la pagina seiscientos cincuenta y cuatro señalo: "Pasaran el tiempo y las ganas, y los antiguos introductores de lo novedoso se aferraran a su antiguo orden nuevo, ahora anticuado, y defenderan la decoracion de su casa frente a la juventud que crece, que de nuevo quiere y necesita satisfacer su necesidad de probar fuerzas. Y exactamente del mismo modo ambas partes esgrimen argumentos que consideran ser la verdad; unos sobre el nuevo espiritu de los tiempos, los derechos del hombre y demas, y otros sobre el tiempo consagrado al derecho, las ventajas de lo conocido, lo acostumbrado... Ambas partes solo aspiran a satisfacer las necesidades de las edades del hombre"

     [1] "El principe en su experiencia vital, habia aprendido el necesario arte de hablar solo con la boca y de contemplar sin ver, ese arte que todos nosotros aplicamos inconscientemente, como cuando nuestros ojos se detienen obstinadamente en un objeto que no vemos o cuando pronunciamos las palabras que hemos aprendido sin pensar en ellas y que aplicamos conscientemente cuando deseamos mirar algo horrible sin asustarnos o pronunciar palabras conmovedoras sin que nos tiemble la voz."





martes, 24 de enero de 2012

Sherrinford Holmes y Dr Watson. El poco atractivo caso de la suela de la zapatilla.

Un elefante descomunal con una flor [posiblemente una margarita] dibujada en la cabeza, avanza pesadamente por una cienaga comercial de trafico multimodal sin pavimentar, comandando una incomprendida multitud que reclama con agonia inverosimil  la inmortalidad fotografica.Un helicoptero a baja altura lanza desde el aire petalos amarillos, a veces flores.

Un hombre camina en bucle, hablando por un teletrofono de Meucci [Antonio], con el disco de marcar en la mano izquierda y el microtelefono en la derecha. Los treinta metros de cable [que transformaban el aparato fijo en movil] fueron atropellados por la anterior muchedumbre.

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A doscientos metros trayectoria sur, otra calle; en una interseccion, unas diecisiete personas reclaman que su paso motorizado haya sido cortado. Dos tractores jurasicos, ocho neumaticos de camion, cinco vallas de rejilla metalica con ruedas y seis policias [uno en cada direccion] protegen el reciente vertido solado de hormigon [quien sabe si con mallazo de reparto]. El viandante puede atravesar el problema sin problemas. Holmes detecta que los miembros de seguridad evitan que la todavia blanda masa se deforme por el paso de trafico pesado hasta su fraguado minimo. Watson corrobora el pensamiento. Ademas de los claxones que acompana el estado de libertad por el pais, se oyen gritos, gruñidos habituales y diversos pitidos poco convencionales. El perfecto plano gris sera el acabdo final del arreglo viario. Necesita proteccion.

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Sherrinford y John H. continuan su camino hacia la post office, no lo saben todavia, pero la oficina que encontraran quinientos metros direccion sur no es la que pretendian direccion este, es mas, el hallazgo aunque real, es mas que casual, al ser el buzon que les da la pista [alli donde depositaran la correspondencia destinada a su mundo],  un barril de treinta y cinco galones imperiales teñido de verde oscuro.

Repitiendo exactamente el mismo itinerario y antes de alcanzar la encrucijada tropiezan con un zapatero. Sesenta y siete años. Cincuenta y ocho kilos. Viejo, encorvado. Turbante roido blanco. Camisa traslucida, pantalon de tejido descafeinado. Descalzo.Con oficina sita sobre la piedra del alcantarillado lateral del bulevar [vease la fina ironia]. Una bigornia desgastada. Cuatro frascos viscopringosos. Dos brochas, un pincel. Una cuña muy afilada. Maza, clavos. Y algunos restos de caucho y cuero. Holmes recuerda su consumida suela izquierda y no duda en descalzarse. Sera [cree] testigo de un extenso acto de cariño y decana dedicacion hacia el calzado. Un poema contemporaneo de tacto y delicado amor a la profesion. [Pausa, mirada complice, Watson asiente despacio con la cabeza mientras entrecierra los ojos convencido de que contemplara la labor de un artesano].

Corta un trozo de goma oscura reforzada en forma de tetraedro y con nueve clavos, remachados de un golpe, recompone la desgastada suela. El amor para las peliculas.

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Sigue el revuelto popular en la interseccion. Ricksaws, bicicletas, alguna vaca, carros y otros vehiculos mecanizados continuan exiguiendo el paso. Sherrinford Holmes observa mientras transita que dos huellas coplanares y paralelas han bautizado la perfecta superficie. Lamentablemente nunca descubrira al bribon que burlo la seguridad estatal pero esta seguro de que esa huella permanecera alli durante decadas, innamovible, hiperterrita, impasible. Le gustaria que en alguna realidad ucronica se reescribiera una nueva historia desde el desgraciado punto jonbar que recuerda lo incomprensible del ser humano.



jueves, 19 de enero de 2012

Chandigarh, se consuma el objetivo...

Y puede que fuera normal que Lecorbésier, el hombre pajaro [cuya sombra todavia ciega al moderno arquitecto], acabara en La India jugando a ser urbanista.

Perdido numero Uno [a partir de ahora, Uno] y Perdida numero Dos [a partir de ahora, Due] transitan enajenados por la Jan Marg de Chandigarh buscando la oficina de turismo donde tramitar el permiso para poder visitar el Capitol Complex, lugar sagrado donde el arquitecto moderno ha de cambiarse de calzoncillos al menos tres veces. Efectivamente, en el sector nueve, segun el reporte recabado en el otro punto de informacion turistica, se encuentra el habitaculo receptor de insaciables proyectistas peregrinos. Posiblemente la habitacion no haya cambiado de mobiliario ni de secretario desde que Charles Edouard aterrizara en 1952. Sin querer romper la simetria del lugar son sentados amablemente en un sofa marron. Un armario archivador de tres metros oculta una ventana. La simetria se quebro hace decadas. Due y Uno rellenan un papel con sus datos personales, un papel, no dos, y esperan diez minutos hasta obtener su autorizacion.

Siempre por el placentero y ameno margen izquierdo de la misma via Jan Marg, dejan atras la escuela de bellas artes y el leisure valley [traducido como valle del ocio] del sector diez. Solo el sector tres y una zona postapocaliptica les separa del orgasmo. Ni rastro de vacas sagradas. Cerca del sobrealambrado secretariado [uno de los tres edificios a visitar] amables y uniformados militares piden explicaciones. Aunque acostumbrados al arquitecto blanco [no tanto a la mujer blanca], acompañado por una sonrisa, permiten el paso. Cincuenta metros antes de la alambrada principal ambos despistados deben repetir el permiso. Esta vez, una camara web les inmortalizara. El hombre del mostrador se sorprende de que la barba y el pelo de Uno sean del mismo color. Esperan diez minutos hasta obtener su reautorizacion.

Traspasada la alambrera y justo cuando Due estaba cambiandose los culeros ante el alzado principal, otro uniformado militar les ordena ingresar en un golondrino no diseñado por Carlos Eduardo. Alli, son sentados a la espera de ordenes, de nuevo, respetando la simetria en un sofa marron. El uniformado militar tras resolver el papeleo que supone que dos personas visiten un edificio administrativo, hace llamar a un subordinado uniformado con fusil de asalto reglamentario.

Pravin [el subordinado uniformado preparado para asaltar las oficinas reglamentariamente], conduce a los desorientados hasta el ascensor principal despues de acceder [tras exhaustivo registro] en la masa gris de hormigon proyectada por Carlos Eduardo. En la sexta planta conduce a Due y Uno hasta un archivo donde desordenan papeles quince personas. Estanterias llenas de carpetas, mesas llenas de carpetas, carpetas llenas de papeles y sillas llenas de funcionarios clasificando papeles en carpetas y en estanterias. Son sentados sin miramientos simetricos. Josef K. recordando su proceso estaria emocionado por la escena. Tras otra vision de la revision de la reautorizacion de la autorizacion, Pravin, les devuelve todos los documentos recolectados. Emocionados y sentados, Uno y Due imaginan que con tanto papeleo podran extasiarse con todos y cada uno de los volumenes proyectados por Le Corbusier, incluso temen por la poco previsora cantidad calzones y calzonas procurada.

Con Pravin a paso ligero, llegan hasta el ascensor principal. Esperan al ascensor principal. Llega el ascensor principal. Se corren las puertas. Entran. Se descorren las puertas. El hombre que da a los botones del ascensor principal pulsa el numero diez. Se enciende el boton con el numero diez. Sensacion de que el ascensor se mueve. Sensacion de que el ascensor se para. El boton con el numero diez parpadea. Una musiquita de ascensor comienza a sonar. Planta diez. El hombre que da a los botones del ascensor principal pulsa el icono de "puertas abiertas". Pravin da libertad absoluta en la azotea del monstruo de hormigon con orgiastico alzado. Esa es la recompensa... una azotea. Es verdad que las cubiertas planas de Le Corbusier son consideradas el quinto alzado, pero claro... les faltan los otros cuatro.

En la azotea, llena de piezas de hormigon gris, extrañas y volumetricamente puras, hay montada una tienda de campaña reglamentaria [no original pero con igual aire volumetricamente puro]. Ante el habla hispana, cinco subordinados en camiseta de tirantes blanca damart thermolactyl surgen por debajo de la lona. Los pantalones y calzado son reglamentarios. Parecen interesados por el origen y futuro destino de los extraviados alienigenos. Como Due y Uno comprenden su actual estado no arquitectonico, asumen su ventura, y conversan animadamente en un curioso idioma ininteligible incluso para Kal-El.

Y eso es todo, ni edificio de las cortes, ni edificio de la asamblea legislativa ni edificio del secretariado. Solo azotea.

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Por la tarde, revisando algunos de los prototipos de ladrillo proyectados como vivienda, en el sector veintidos, en un interesante ejercico plastico ceramico perteneciente a su tiempo y a la necesidad de generar multiples variaciones formales con limitados materiales, un simpatico hindu con el pelo teñido de rojo, que salia de la morada, les propuso pasar al interior. Al fin Uno podria interactuar con el pueblo chandigano disfrutando de un entorno arquitectonico pacifico. Presentaciones familiares e intercambio de informacion personal fundamental. Un tresillo y dos sofas amueblan el salon. Una tele de plasma amuebla la pared. Se abre una puerta, una cama y un abuelo. Dentro de la habitacion todo el espacio esta ocupado por montañas inexpugnables de algo. Un corredor que cruza desde el salon hasta el jardin trasero permite el paso a otras tres particiones. Un segundo dormitorio. Otra cama y de nuevo horror vacui sin abuela. Una cocina y un baño. El simpatico hindu, sintiendo las muestras de interes por la arquitectura producida por el suizo, obliga a Due y Uno a sentarse en la sala de estar y ofrece como agasajo, con obligacion de comer intimidando con el dedo, unos confites indios.

Al dia siguiente perdido numero Uno y perdida numero Dos, mas perdidos que nunca, recordando el encuentro en el sector veintidos, pudieron [como pretendian] usar toda su ropa interior gracias a la dulce ingesta impuesta la tarde anterior... el contacto con la arquitectura de Chandigarh produjo, al fin, el efecto deseado.


miércoles, 11 de enero de 2012

Un bebe de escasos meses reposa sobre un cartón cerca de Phalodi.

Por el circuito cerrado de la televisión del subterráneo [pero aéreo] de Bangkok, pasaban como las paradas, anuncios de cámaras fotográficas... todos los días, a todas horas, publicidad de Canon y Nikon ó de Nikon y Canon ó viceversa. Siempre los mismos. Básicamente, el fundamento era hacerte creer, que tu vida [puesto que iban dirigidos al individuo como entidad, a tí] era tan increíblemente fascinante que se merecía que te compraras una cámara para instantánearla y compartirla fielmente con el resto del mundo. Imágenes bucolicosentimentales y melodías sensibleroconmovedoras conformaban el deslumbrante compendio con honesto propósito comercial. Como una revelacion bíblica, como advertir la piedra filosofal, durante tres minutos crees que con cada amanecer ganas el derecho de petar al personal.

Pero cuando te tronchas de verdad, es cuando después de algún fundido en blanco, insertan a cuarenta y ocho indios tirándose polvos de colores en el Holi Festival [festival, al que por supuesto Steve McCurry aplicó su alquimia] por alguna populosa avenida metropolitana. El día a día de La India. Stanislaw Lem tendría un filón ante la problemática de la comunicación y comprensión del metalenguaje propagandístico actual.

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Un recién nacido, que todavía no puede mover la cabeza, descansa desnudo sobre un carton en el que se lee "PEP". A primera hora de la mañana su madre lo ha soltado allí, cerca de una zapata corrida de hormigón armado decorada por sicodélicas eflorescencias debidas probablemente a la alta cantidad de sales del agua usada en la elaboración de la mezcla. Su hermano mayor, sentado, sin pantalones y con una camiseta a rayas azules y marrones, mientras se mete el dedo en la boca, juega con otro pedazo de cartón en el que se lee "SI". Lleva los ojos pintados de negro. Es moreno, muy moreno.

La madre lleva la cara tapada por un velo rosa y apenas se percibe el gran pendiente dorado que perfora la aleta izquierda de su nariz. Del adorno parte una cadena del mismo material que se pierde entre la maraña de pelo negro cerca de la oreja izquierda. Mirada profunda y reprobadora. Viste un sari naranja y amarillo muy fino. Muchos de los dibujos de la prenda son apenas perceptibles debido al intenso sol que baña el desierto del Thar. Los brazos quedan tapados por decenas de brazaletes que se convierten en pulseras a la altura de las muñecas. Las puntas de los dedos están teñidas con henna. Delgada y cansada. Con una azada corta, rellena con árido de granulometría media, una bandeja metálica. Con un habil y experto movimiento de brazos, cadera, piernas y espalda, deposita la carga sobre su cabeza. Cuando llega a la hormigonera vuelca la china en la cuba.

El viento se recrea con un papel usado. No hay poesía en el movimiento. Solo se escapa, asciende tres metros y súbitamente cae sobre la arena, quizás veinte metros más allá. Un A3 que vuela. Tenía dibujado el emplazamiento de una planta solar. El ingeniero no hace ningun caso, sabe perfectamente donde está. El y el papel. Con su pañuelo blanco rodeandole la cabeza hasta el cuello, evitando que la arena le deje la garganta como lija, asemeja Bahpi. Una vaca blanca con joroba desproporcionada, cuernos cenizos desgastados y orejas apuntando al sur, se arrima al papel con convicción. El impreso va entrando lentamente. Cuando solo queda la mitad por masticar, el papiro se arruga como las cartas en un buzón minusculo. Desaparece. La res, con gesto violento, gira la cabeza, y se lame o rasca el costado derecho, puede que espantando algún molesto parásito. La cortina de piel del cuello se mece con la enérgica acción. Volvera a rumiar la celulosa.

Lejos, sobre la menguada línea sinuosa del horizonte un vigoroso dromedario avanza con garbosa marcha. En la pata delantera derecha, próxima a la almohadilla plantar, pende un cordon trenzado rojo desgastado. La cabeza acompasa cada paso con exacta cadencia. En la giba se advierte pelo algo mas oscuro. Trota hacia un arbusto rastrero caducifolio, seguramente un calligonum polygonoides. Se detiene junto al fino tronco, mientras, moviendo rítmicamente su mandibula acumula una sustancia blanca próxima a la comisura de los labios. Baja la cabeza perdiendo la poderosa curva del cuello. Curiosea entre las ramas de corteza blanca. Sigue rumiando, pierde interés por la planta. Vigila las ruidosas tareas humanas cercanas.

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Un bebe de escasos meses reposa sobre un cartón, su madre vestida de vaporoso amarilo y naranja trabaja haciendo hormigón, próxima, una vaca blanca come un papel llevado por el viento mientras un dromedario interesado en un arbusto avanza por la línea del horizonte.


viernes, 6 de enero de 2012

En el que Jean Passepartout se regocija en Jaisalmer.

Lejos quedaron las jornadas compartidas con el despistado detective Fix.

Tras doscientos setenta y siete días, Jean Passepartout regojizandose del esquizofrénico y excelente trabajo volumétrico del palacio Maharajá Mahal zascandileando sobre cinco bastiones de la muralla de Jaisalmer, desde la terraza de un local de comida tibetana, experimenta el sentido del viaje. Nunca ha oído hablar de Jaisalmer... ni siquiera de Jodhpur y mucho menos de Jaipur.

La ciudadela fundada por Rawal Jaisal y todo lo construido encima de la colina Trikuta es de piedra arenisca de color amarillo. La muralla cual serpiente, circunda la cota superior de la elevación. Las almenas, altas como un hombre, se alzan arrogantes. Detrás, antiguas atalayas defensivas, hoy con suerte, moradas, sondean el horizonte. Nunca en su vida vió algo tan maravilloso.

Para él, el tono, es más bien el de un amarillo áspero apagado... casi ocre pastel.

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Traduce, que la mayoría de los habitantes intramuros son Brahmins, el resto Rajputs. No es capaz de distinguir las diferencias, ni de encontrar las semejanzas, y sólo en raras ocasiones recordará el nombre del soberano fundador. Lee que la ciudad se desarrolló debido a su situación estrategica, en el itinerario de las tradicionales rutas de comercio, que con camelus dromedarius, unían La India con Arabia y Persia. Arabia y Persia, suenan bien, como a cuento de Scheherazade, sin embargo, penosamente sabría situarlas en un mapa político. A Scheherazade tampoco.

Con el deleite orgiástico que supone tener tiempo para disfrutar de la geometría de la ciudadela desde la terraza de una torre defensiva con forma Lecorbusiana de tres alturas pide amablemente un "banana lassi". Que no deja de ser un yogurt de leche de vaca y platano con apellido exótico.

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La mesa en la que se instala acaba de ser utilizada. Es una mesa con estructura metálica tubular y superficie horizontal transparente. El no tan joven camarero con bigote y pendiente dorado, acumula en una bandeja plateada lo dejado por el anterior servicio. Introduce meticulosamente todo los desperdicios en una bolsa de plástico, y la lanza por encima del pequeño peto de piedra arenisca ocre pastel de la torre de forma Lecorbusiana de tres alturas al espacio residual de ronda, que queda entre la masa vigía y la muralla. Ayudandose de la mano y de un envoltorio de aperitivos como estropajo, rasca algunos ardites de ketchup. Sin miramientos, con el paño de fina tela rosa que embellece el respaldo de las sillas de metal y un poco de agua no gastada de una botella de plástico abandonada por algun otro cliente, limpia la mesa. Emponzoña la mesa. Al acabar, con cuidado, restaura el orden protectorrespaldorosa-respaldosilla para mejorar el secado del recién bautizado trapo. Botella y envoltorio acompañarán a la bolsa en su lento degradar.

Y el joven Passepartout, cuyo objetivo imaginario vital era hacer los coros a David Bowie interpretando Space Oddity, experimenta el sentido del viaje. Una vaca a lo lejos cornea a otro disfrazado turista desorientado.