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jueves, 19 de enero de 2012

Chandigarh, se consuma el objetivo...

Y puede que fuera normal que Lecorbésier, el hombre pajaro [cuya sombra todavia ciega al moderno arquitecto], acabara en La India jugando a ser urbanista.

Perdido numero Uno [a partir de ahora, Uno] y Perdida numero Dos [a partir de ahora, Due] transitan enajenados por la Jan Marg de Chandigarh buscando la oficina de turismo donde tramitar el permiso para poder visitar el Capitol Complex, lugar sagrado donde el arquitecto moderno ha de cambiarse de calzoncillos al menos tres veces. Efectivamente, en el sector nueve, segun el reporte recabado en el otro punto de informacion turistica, se encuentra el habitaculo receptor de insaciables proyectistas peregrinos. Posiblemente la habitacion no haya cambiado de mobiliario ni de secretario desde que Charles Edouard aterrizara en 1952. Sin querer romper la simetria del lugar son sentados amablemente en un sofa marron. Un armario archivador de tres metros oculta una ventana. La simetria se quebro hace decadas. Due y Uno rellenan un papel con sus datos personales, un papel, no dos, y esperan diez minutos hasta obtener su autorizacion.

Siempre por el placentero y ameno margen izquierdo de la misma via Jan Marg, dejan atras la escuela de bellas artes y el leisure valley [traducido como valle del ocio] del sector diez. Solo el sector tres y una zona postapocaliptica les separa del orgasmo. Ni rastro de vacas sagradas. Cerca del sobrealambrado secretariado [uno de los tres edificios a visitar] amables y uniformados militares piden explicaciones. Aunque acostumbrados al arquitecto blanco [no tanto a la mujer blanca], acompañado por una sonrisa, permiten el paso. Cincuenta metros antes de la alambrada principal ambos despistados deben repetir el permiso. Esta vez, una camara web les inmortalizara. El hombre del mostrador se sorprende de que la barba y el pelo de Uno sean del mismo color. Esperan diez minutos hasta obtener su reautorizacion.

Traspasada la alambrera y justo cuando Due estaba cambiandose los culeros ante el alzado principal, otro uniformado militar les ordena ingresar en un golondrino no diseñado por Carlos Eduardo. Alli, son sentados a la espera de ordenes, de nuevo, respetando la simetria en un sofa marron. El uniformado militar tras resolver el papeleo que supone que dos personas visiten un edificio administrativo, hace llamar a un subordinado uniformado con fusil de asalto reglamentario.

Pravin [el subordinado uniformado preparado para asaltar las oficinas reglamentariamente], conduce a los desorientados hasta el ascensor principal despues de acceder [tras exhaustivo registro] en la masa gris de hormigon proyectada por Carlos Eduardo. En la sexta planta conduce a Due y Uno hasta un archivo donde desordenan papeles quince personas. Estanterias llenas de carpetas, mesas llenas de carpetas, carpetas llenas de papeles y sillas llenas de funcionarios clasificando papeles en carpetas y en estanterias. Son sentados sin miramientos simetricos. Josef K. recordando su proceso estaria emocionado por la escena. Tras otra vision de la revision de la reautorizacion de la autorizacion, Pravin, les devuelve todos los documentos recolectados. Emocionados y sentados, Uno y Due imaginan que con tanto papeleo podran extasiarse con todos y cada uno de los volumenes proyectados por Le Corbusier, incluso temen por la poco previsora cantidad calzones y calzonas procurada.

Con Pravin a paso ligero, llegan hasta el ascensor principal. Esperan al ascensor principal. Llega el ascensor principal. Se corren las puertas. Entran. Se descorren las puertas. El hombre que da a los botones del ascensor principal pulsa el numero diez. Se enciende el boton con el numero diez. Sensacion de que el ascensor se mueve. Sensacion de que el ascensor se para. El boton con el numero diez parpadea. Una musiquita de ascensor comienza a sonar. Planta diez. El hombre que da a los botones del ascensor principal pulsa el icono de "puertas abiertas". Pravin da libertad absoluta en la azotea del monstruo de hormigon con orgiastico alzado. Esa es la recompensa... una azotea. Es verdad que las cubiertas planas de Le Corbusier son consideradas el quinto alzado, pero claro... les faltan los otros cuatro.

En la azotea, llena de piezas de hormigon gris, extrañas y volumetricamente puras, hay montada una tienda de campaña reglamentaria [no original pero con igual aire volumetricamente puro]. Ante el habla hispana, cinco subordinados en camiseta de tirantes blanca damart thermolactyl surgen por debajo de la lona. Los pantalones y calzado son reglamentarios. Parecen interesados por el origen y futuro destino de los extraviados alienigenos. Como Due y Uno comprenden su actual estado no arquitectonico, asumen su ventura, y conversan animadamente en un curioso idioma ininteligible incluso para Kal-El.

Y eso es todo, ni edificio de las cortes, ni edificio de la asamblea legislativa ni edificio del secretariado. Solo azotea.

...

Por la tarde, revisando algunos de los prototipos de ladrillo proyectados como vivienda, en el sector veintidos, en un interesante ejercico plastico ceramico perteneciente a su tiempo y a la necesidad de generar multiples variaciones formales con limitados materiales, un simpatico hindu con el pelo teñido de rojo, que salia de la morada, les propuso pasar al interior. Al fin Uno podria interactuar con el pueblo chandigano disfrutando de un entorno arquitectonico pacifico. Presentaciones familiares e intercambio de informacion personal fundamental. Un tresillo y dos sofas amueblan el salon. Una tele de plasma amuebla la pared. Se abre una puerta, una cama y un abuelo. Dentro de la habitacion todo el espacio esta ocupado por montañas inexpugnables de algo. Un corredor que cruza desde el salon hasta el jardin trasero permite el paso a otras tres particiones. Un segundo dormitorio. Otra cama y de nuevo horror vacui sin abuela. Una cocina y un baño. El simpatico hindu, sintiendo las muestras de interes por la arquitectura producida por el suizo, obliga a Due y Uno a sentarse en la sala de estar y ofrece como agasajo, con obligacion de comer intimidando con el dedo, unos confites indios.

Al dia siguiente perdido numero Uno y perdida numero Dos, mas perdidos que nunca, recordando el encuentro en el sector veintidos, pudieron [como pretendian] usar toda su ropa interior gracias a la dulce ingesta impuesta la tarde anterior... el contacto con la arquitectura de Chandigarh produjo, al fin, el efecto deseado.


1 comentario:

  1. me quito una vez el sombrero y tre volte le mutande¡¡¡ que bello dibujo y divertida expresión del surrealismo hindú en su cotidianeidad. Un abrazo¡¡¡

    GuS

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