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martes, 24 de enero de 2012

Sherrinford Holmes y Dr Watson. El poco atractivo caso de la suela de la zapatilla.

Un elefante descomunal con una flor [posiblemente una margarita] dibujada en la cabeza, avanza pesadamente por una cienaga comercial de trafico multimodal sin pavimentar, comandando una incomprendida multitud que reclama con agonia inverosimil  la inmortalidad fotografica.Un helicoptero a baja altura lanza desde el aire petalos amarillos, a veces flores.

Un hombre camina en bucle, hablando por un teletrofono de Meucci [Antonio], con el disco de marcar en la mano izquierda y el microtelefono en la derecha. Los treinta metros de cable [que transformaban el aparato fijo en movil] fueron atropellados por la anterior muchedumbre.

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A doscientos metros trayectoria sur, otra calle; en una interseccion, unas diecisiete personas reclaman que su paso motorizado haya sido cortado. Dos tractores jurasicos, ocho neumaticos de camion, cinco vallas de rejilla metalica con ruedas y seis policias [uno en cada direccion] protegen el reciente vertido solado de hormigon [quien sabe si con mallazo de reparto]. El viandante puede atravesar el problema sin problemas. Holmes detecta que los miembros de seguridad evitan que la todavia blanda masa se deforme por el paso de trafico pesado hasta su fraguado minimo. Watson corrobora el pensamiento. Ademas de los claxones que acompana el estado de libertad por el pais, se oyen gritos, gruñidos habituales y diversos pitidos poco convencionales. El perfecto plano gris sera el acabdo final del arreglo viario. Necesita proteccion.

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Sherrinford y John H. continuan su camino hacia la post office, no lo saben todavia, pero la oficina que encontraran quinientos metros direccion sur no es la que pretendian direccion este, es mas, el hallazgo aunque real, es mas que casual, al ser el buzon que les da la pista [alli donde depositaran la correspondencia destinada a su mundo],  un barril de treinta y cinco galones imperiales teñido de verde oscuro.

Repitiendo exactamente el mismo itinerario y antes de alcanzar la encrucijada tropiezan con un zapatero. Sesenta y siete años. Cincuenta y ocho kilos. Viejo, encorvado. Turbante roido blanco. Camisa traslucida, pantalon de tejido descafeinado. Descalzo.Con oficina sita sobre la piedra del alcantarillado lateral del bulevar [vease la fina ironia]. Una bigornia desgastada. Cuatro frascos viscopringosos. Dos brochas, un pincel. Una cuña muy afilada. Maza, clavos. Y algunos restos de caucho y cuero. Holmes recuerda su consumida suela izquierda y no duda en descalzarse. Sera [cree] testigo de un extenso acto de cariño y decana dedicacion hacia el calzado. Un poema contemporaneo de tacto y delicado amor a la profesion. [Pausa, mirada complice, Watson asiente despacio con la cabeza mientras entrecierra los ojos convencido de que contemplara la labor de un artesano].

Corta un trozo de goma oscura reforzada en forma de tetraedro y con nueve clavos, remachados de un golpe, recompone la desgastada suela. El amor para las peliculas.

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Sigue el revuelto popular en la interseccion. Ricksaws, bicicletas, alguna vaca, carros y otros vehiculos mecanizados continuan exiguiendo el paso. Sherrinford Holmes observa mientras transita que dos huellas coplanares y paralelas han bautizado la perfecta superficie. Lamentablemente nunca descubrira al bribon que burlo la seguridad estatal pero esta seguro de que esa huella permanecera alli durante decadas, innamovible, hiperterrita, impasible. Le gustaria que en alguna realidad ucronica se reescribiera una nueva historia desde el desgraciado punto jonbar que recuerda lo incomprensible del ser humano.



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