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martes, 20 de diciembre de 2011

Cinco Tchais en Calcuta.

En un muro amarilo de ladrillo enlucido hay un armario de madera verde. Mide dos metros cuarenta centimetros de alto, un metro diez centimetros de ancho y quizas cuarenta centimetros de profundidad. Fracciona el espacio una tabla de holgado espesor, a una altura sobre el empedrado de noventa centimetros. La parte inferior, encima de lo que suponemos es el alcantarillado urbano, funciona como almacen. El espacio superior sobre el grueso madero es divido por cuatro baldas horizontales de solo un centimetro.

Las ollas, pucheros y cacerolas se amontonan en la dimension inferior. Arriba, en la tabla que funciona como mesa, hierve una olla sobre un quemador de alcohol. El quemador tiene un deposito cilindrico. El universo fragmentado superior esta perfectamente ordenado segun la importancia y rutina de los ingredientes necesarios para que Rhaoul, de doce años, metro treinta [que tambien se podria llamar Shiva], ejecute la dificil tarea de preparar te Tchai y todo tipo de tostadas para el personal demandante sobre banco corrido de madera pintado de verde, al otro lado de la calle [quizas a dos metros ochenta centimetros].

En el momento en que es servido el quinto Tchai en cuenco de barro, posiblemente el hombre mas antiguo, desgastado, roido y torcido que se ha visto deambular en esa direccion en Hartford Lane, recoge del suelo, despues de mirar cuatro veces a su alrededor, un recogedor de basuras de plastico [igual de antiguo, desgastado, roido y corcovado que el]. Un acalorado sujeto, irritado con el mundo que le rodea, brama sin percatarse del pequeño hurto.

En el mismo instante en que se agacha y en opuesto sentido [al inicio de la estrada], en la misma Hartford Lane, una rebaño de cabras [blancas, negras y marrones] avanza a velocidad inusitadamente veloz escapando a los despiadados varazos de cuatro pastores contemporaneos. Al final de la expedicion, Atom, joven fotografo oriental, galopa tras la entelequia creada por Steve McCurry. Un acalorado sujeto, irritado con el mundo que le rodea, brama sin percatarse de la congreagacion que se le avecina.

En el mismo segundo en que Rhaoul ofrece el septingentesimocuarto te de su apretada agenda diaria al extranjero, exactamente en medio de las acciones con reseña, dos indios de metro noventa increpan al acalorado sujeto anteriormente citado, que sin parar de encajar el sermon, grita enardecido en todas las direcciones. En vista del infructuoso efecto balsamico de la homilia, y tras aviso, los gigantes empiezan a racionar galletas mientras acompañan al sujeto enfriado a lugar desconocido.

Y escribe Andrzej Kusniewicz en "El rey de las Dos Sicilias"; "...el momento constituido por la misma secuencia de estos hechos nunca mas se repetira. Por ello, este momento es tan importante como el gesto del padre Puntigam, que le da la extrema uncion al moribundo heredero del trono de los Habsburgo..." Y se puede pensar que efectivamente el momento constituido por la secuenia de los hechos relatados nunca mas se repetira y por ello es necesario su exposicion. Sin embargo y en contra de la fotografica ficcion afgana esta sucesion de hechos acontece con extrema frecuencia... solo es necesario esperar y disfrutar de cinco Tchais sobre banco corrido verde de madera frente al armario de Rhaoul.

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