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lunes, 13 de junio de 2011

Transiberian Railway

El joven y audaz Eliseo [ЗЛИСЗО en Cirilico] se levanta por la mañana y despues de una mesurada ducha se viste apresuradamente ya que llega tarde a los mas precisos trenes que jamas haya tenido el gusto de tomar. Saca una bolsa que contiene la ropa interior de su mochila. La premura le hace decidir sus mas osados calzoncillos... Tipo? boxer, es decir de pata. Color? azul marino. Estampado? el increible hombre araña. Situacion del estampado? en la parte delantera. Tamaño? demasiado grande, cree.

Continua vistiendose sin tino, puesto que la celeridad nunca fue buena consejera. No se percata de la situacion de sus paños menores ya que en su mente solo existe una desazon recurrente; tres dias con sus tres noches en un tren, tercera clase, sin ducha por supuesto, en un vagon de 54 catres.

Incluso siente pena por no poder superar los 66 camastros de Copenhague, lastima.

A continuacion abandona la habitacion alquilada, en un cuarto piso, sin ascensor, de una calle cualquiera de Kazan. Proxima parada Irkush, a mitad de trayecto dejara Europa para entrar en Asia. Ultima comida? pasta a la carbonara. Cantidad? 500 gramos de tortiglioni, 220 gramos de bacon, 1 cebolla, 4 huevos, 100 gramos de parmesano y 50 ml de aceite de oliva Carbonel. Hora de la comida? 21:43 del dia anterior

Tras caminar unos 43 minutos llega a la estacion de la citada ciudad y sube al ferrocarril.

Se sienta en su sitio. Para ello solo ha tenido que encontrar el vagon que indica su billete, enseñar el pasaporte y recoger las sabanas limpias que no muy gentilmente le ofrece la auxiliar. La gente cuando pasa le mira sin ningun tipo de disimulo. No tiene muy claro el porque.

Pasa las primeras horas viendo minisculos pueblos de casas de madera, demasiado ajada, con cubierta mansarda de uralita con los recercados de las ventanas pintados de azul, desmesurados e increibles prados de pastoreo, enormes ciudades industrales de hormigon y hierro, que seguro, ya pasaron sus ilustres años y enormes y extrañas torres de alta tension, que por leer el Quijote le recuerdan impresionantes gigantes en procesion.

Sigue sentado, le embelesa el paisaje.

Se levanta a pasear por los 24 metros del vagon. Le fascina el panorama. Niños corriedo por el estrecho pasillo gritando en ruso o ucraniano o checheno, adolescentes que vuelven del servicio militar, adultos con desproporcionadas y sospechosas valijas, centenarias abuelas, que aunque seguro no lo son, lo parecen...

Se vuelve a sentar, vuelve a embelesarle el paisaje.

Accina el tirador de la ventana. No consigue abrirla. Mira a su alrededor y ante la imposibilidad de preguntar o por pereza de preguntar da por finalizada su osadia.

Siente hambre.

Para comer y siguiendo las instrucciones de otros viajeros que hacen el mismo recorrido pero en sentido contrario [con los que hablo en San Petersburgo], rellena con agua hirviendo un envase comprado en el market al irrisorio precio de 27 rublos y 29 copecs. Al cabo de cinco minutos degusta un plato de curiosos, cuando menos, fideos con sabor a no sabe muy bien que [aunque en el envase aparece una foto asombrosa de carne de ternera humeante].

Despues y de forma similar se prepara un te con miel mientras devora las aventuras del hidalgo Don Quijote, ya denominado en esos capitulos, el caballero de la triste figura.

Se levanta no sabe muy bien con que proposito. Despues de 15 minutos sin descubrir el misterioso objetivo dedice sentarse.

Observa lo que sucede a su alrededor... quietud.

El crepusculo le cautiva.

A eso de las 10:25, siempre hora de Moscu, comprueba un moviento singular en el gentio que le rodea. Deja de levitar. Sin lugar a dudas se acerca la hora de dormir. En un momento las luces se apagan. El proletariado apagada sus iphones, ipods, ipads, itouchs e incluso iclouds... y una calma solo rota por el traqueteo del tren se apodera del vagon.

Primeros ronquidos salvajes, le siguen estertores de muerte, prosigen estruendos... el fin del mundo se aproxima directamente desde algun compartimento cercano.

Intenta conciliar el sueño.

Intenta dormir.

Mira al techo. Se da por vencido.

Sale el sol

El rejuvenecido [gracias a una noche de perfecto descanso] y quizas aristocratico en sus formas, hasta ese momento, Eliseo, que como ya sabemos es hombre de costumbres, urgencia, nota que necesita ir al baño. Como es hombre de costumbres, sanas costumbres, duerme desnudo. Se viste su calzoncillo.

El envejecido y muy cansado Eliseo sin recordar por supuesto la calidad de la prenda seleccionada, baja de su camastro, y pasando [paseandose] por el pasillo que une los 9 departamentos [suman 54 catres, a 6 por camarote] luce sus gallumbos del hombre araña, siendo ahora consciente de su desacertada eleccion matutina.

Es, quizas tarde para una retirada. Morira con los calzoncillos puestos.

2 comentarios:

  1. no dejes de escribir, por favor. Es un asunto de vida o muerte... y poder soñar, da vida ;)

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  2. Vaya calzones poderosos... seguro que llevan depósito para la tela de araña...

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